El llamado
proceso catalán es un órdago no tanto para la derecha, tradicionalmente
centralista, como para la izquierda, portadora de genes federales e históricamente
comprometida con los movimientos de liberación nacional. Si a ello sumamos la música celestial que resuena
en la melodía del derecho a decidir o del
derecho de autodeterminación para un demócrata convencido, podemos comprender el
grado de desorientación extrema que partidos como PODEMOS o I.U. muestran a la
hora de afrontar el reto independentista. Ni siquiera atados al mástil del
internacionalismo obrero son capaces de resistir el canto de las sirenas
nacionalistas cuando entonan el Els
Segadors, flamante himno de Cataluña. Y creedme que digo esto con pesar
porque me siento ideológicamente cercano a estos grupos.
Toda la
izquierda parece dispuesta a reconocer
el derecho a decidir del pueblo catalán, aunque al mismo tiempo suaviza su mensaje proclamando que votarían en
contra de la independencia en un posible referéndum. Lo que no me acaba de
resultar convincente, ya que supone morder el anzuelo de CIU y ER: el mero
reconocimiento del derecho a decidir es tanto como aceptar que Cataluña es un
pueblo soberano y por tanto independiente. De otro modo no se facultaría al cuerpo de votantes para determinar si se vincula o no con el Estado español.
El derecho a
decidir es una falacia política similar a la petición de principio en el orden
intelectual, da por cierto en las premisas aquello que pretende demostrar. Es como si un coronel preguntara a un soldado: ¿Estás dispuesto a obedecer mis órdenes? Diga lo
que diga el soldado, tanto si está dispuesto como si no, ya no se tratará de una relación de obediencia sino de un contrato entre iguales. Estaríamos pues ante una pregunta trampa, donde la respuesta está incluida en la pregunta. Cosa muy diferente sería el derecho a opinar.
¿Y si
llevaran razón los independentistas? ¿Por qué no reconocer que su pretensión
descansa en un derecho legítimo? Solo hay una forma de saberlo y también
adoptaría la forma de un referéndum en Cataluña, solo que en unos términos algo diferentes a los planteados el 9N. Su resultado tranquilizaría mi mala
conciencia por desear una España federal, solidaria y plurinacional: ¿Desea
usted la independencia de Cataluña a cambio de que su contribución fiscal al
resto de España siga siendo la misma indefinidamente o acepta pertenecer al Estado español con la condición de que todos los impuestos de Cataluña vayan a parar a los catalanes?
Solo una pregunta así permitiría separar el trigo de la paja, saber si lo que está en juego en todo este conflicto son sentimientos genuinos de pertenencia o el viejo egoísmo de los territorios ricos para zafarse de la carga de los territorios pobres.
Solo una pregunta así permitiría separar el trigo de la paja, saber si lo que está en juego en todo este conflicto son sentimientos genuinos de pertenencia o el viejo egoísmo de los territorios ricos para zafarse de la carga de los territorios pobres.
Mucho me temo
lo peor. Y es que el derecho de autodeterminación yo solo se lo reconozco a los pobres.