La política de alianzas de I.U. tras las elecciones locales y autonómicas del 20 de mayo, arroja un resultado inquietante.
Las manifestaciones taxativas de su coordinador Cayo Lara en campaña de que los votos de la coalición no permitirían, por activa o por pasiva, gobiernos de derechas, fue desmentida tras el 20 M por las respectivas asambleas en un importante número de municipios; y de modo especialmente significativo en Extremadura, donde la abstención de los tres diputados de la formación ha supuesto en la práctica aupar al PP al gobierno autonómico.
La problemática planteada es enormemente compleja y amenaza tanto la estabilidad interna como el futuro inmediato de la organización.
Numerosos militantes han querido leer en estos hechos, en clave asamblearia, la rebelión de las bases frente a los dirigentes, además del hartazgo histórico ante la prepotencia socialista. Es como si el movimiento de los indignados hubiera tomado por sorpresa el cuerpo orgánico de I.U. favoreciendo la democracia interna y la participación.
Otros, como el PSOE y sus medios afines, han vuelto a reeditar el viejo concepto de pinza, que tan buen resultado les dio en el pasado, acusando a I.U. de connivencia con el PP. Oportunidad única para pasar a cuchillo a sus dirigentes y echar por tierra el prestigio de la formación en un momento de repunte en las encuestas.
Otros, finalmente, como el consejo político federal con Cayo a la cabeza, interpretan la decisión de los diputados extremeños como un ejemplo intolerable de anarquía interna que socaba la credibilidad de la coalición y de su líder, haciéndose necesaria la apertura de algún tipo de procedimiento disciplinario contra los rebeldes para restituir la confianza perdida y aplacar a las erinias socialistas del grupo PRISA.
No entraré en desmadejar el ovillo coyuntural, que enfrenta estrategias electorales, competencias políticas y procedimientos de toma de decisiones. Más importante es aprender de lo ocurrido, que no es nuevo por cierto, para que I.U no vuelva a tropezar por enésima vez en la misma piedra.
Lo que se dirime en este debate es nada menos que el sentido de una fuerza minoritaria, con una identidad marcadamente de izquierdas, en un escenario bipartidista, donde uno de dos partidos que componen la alternancia se define mediáticamente en términos de socialdemocracia, progresismo, izquierdismo, etc.
Aunque precisamente sea esta marca el anzuelo utilizado en la práctica por los sucesivos gobiernos socialistas para ejecutar las políticas más impopulares a favor de las minorías pudientes con el mínimo de resistencia y conflictividad social. Y, por qué no decirlo, que no escasean los municipios donde es el PSOE el responsable, por activa o pasiva, de que gobierne el PP al no conceder su apoyo a I.U. –solo que en la era de la imagen lo que no es publicitado no existe-
Lo importante es que una vez tragado este anzuelo mediático por parte de la población, I.U. se ve envuelta en una encrucijada suicida. Si vota al PSOE de un modo incondicional (pues esa ha sido la errónea decisión del consejo político federal, aunque es el órgano competente para tomarla) para que no gobierne el PP, el elector puede pensar que para ese viaje no eran necesarias esas alforjas, que para acabar de ese modo, su voto es más útil si va directamente al PSOE sin ser desgastado por la ley D´Hondt y la circunscripción única.
Si no vota al PSOE y permite que gobierne el PP, el votante de izquierdas puede sentirse defraudado, pensando que su voto ha servido en la práctica para lo contrario de lo que era su intención inicial. Reflexión en la que colaborarán de forma entusiasta los medios afines al PSOE, suscitando la sospecha de que I.U actúa como un caballo de Troya dentro de la izquierda, en beneficio del PP.
Lo más útil en ambos escenarios es votar al PSOE. Con lo que I.U. caerá en una espiral autodestructiva haga lo que haga y decida lo que decida.
¿Se puede superar el dilema?, ¿Existe una tercera opción para salir del atolladero? Sí la hay. Pasa por superar el enfoque nominalista que lastra perversamente la política de pactos. Lo que quiere decir que será preciso, hasta donde sea posible, dejar de hablar de siglas y de adscripciones políticas (izquierdistas o derechistas), convertidas a la sazón en hueras muletillas publicitarias, y llevar al centro del debate los contenidos programáticos.
Lo diré de forma clara. Salvo el rechazo explícito a votar activamente al PP, I.U. tiene que definir a nivel federal cinco contenidos mínimos de suficiente calado político y atractivo social que actúen como condiciones imprescindibles para votar al PSOE en cada uno de los ámbitos del Estado.
Me refiero a cuestiones como desarrollo de un modelo de democracia participativa, un plan suficiente de viviendas de protección oficial, creación de un plan de empleo público para un número determinado de personas, el compromiso de no privatizar ningún servicio básico, limitación de los salarios de los ejecutivos, reparto del trabajo, etc.
En aquellos ámbitos regionales o locales se podrían aumentar estos cinco contenidos mínimos en cinco puntos más de libre decisión por parte de las respectivas asambleas territoriales, adaptando el ideario de I.U a las circunstancias variables de cada comunidad. Si el PSOE se compromete públicamente a llevar a la práctica dichos contenidos, tendrá el voto seguro de los cargos públicos de I.U. Las asambleas solo decidirán los cinco puntos en cuestión, pero será el PSOE el que tendrá la última palabra. Así será su responsabilidad el acuerdo o el desacuerdo alcanzado.
Si insisto en números pequeños, que oscilan entre cinco y diez puntos programáticos, es porque deben ser pocos para que sean suficientemente conocidos y para no se tenga la tentación de maximizar el programa sin ser la fuerza mayoritaria. Los contenidos políticos en cuestión, además de justos, viables e idiosincrásicos, deberían ser casi siempre los mismos, y repetirse como un estribillo en las escasas oportunidades de comparecer en los medios. Así la utilidad de votar a I.U sería clara para los electores más allá de las siglas: mi voto no servirá para que gobierne el PP, tampoco para que el PSOE haga políticas de derechas.
Todavía no es tarde para dar una salida digna al conflicto. Definir contenidos claros e ilusionantes, y anunciar a bombo y platillo mociones de censura donde el PSOE se comprometa a llevarlos a la práctica. La tarea no es fácil pero es el único camino que no conduce directamente al precipicio.
Excelente análisis Feliciano. Entre los puntos no debería faltar la sostenibilidad, tanto económica, como social y, quizá la más importante, de los recursos medioambientales (que sostiene lo demás).
ResponderEliminar