domingo, 31 de julio de 2011

Aguas blancas



Salía de entre la espuma
con su animal desnudo,
sabiendo que yo,
desde la arena,
la miraba.

Aturdida por el amor que percibía
fijado a su silueta
como  rehén solícito,
su conciencia iba dispersa
en incontables defectos
que su afán de complacerme,
cual poeta aciago, inventaba.

Es cierto que un otoño,
aún pleno y rojizo,
hacía presagiar, como a lo lejos,
el ocre exilio de las hojas.
Y que el recuerdo de su cuerpo antiguo
le hería, en cada poro,
por temor a no colmar mi mirada.
Tanto me quería.


No podía ni imaginar que otro poeta,
desde el centro mismo de mi sangre,
la dibujaba para mí
como agua a sed,
savia pura,
fruta del aire.

DIONISOS



Cómo prescindir de ti
Dios de la noche, vino primaveral
destilado en el lujurioso fermento de mil soles.
Sin embriaguez nada es auténtico.

Escoria óntica somos.

Y en tu risa hay algo
que nos insta a traicionar el tiempo,
amancebado precariamente con la forma,
en un rapto de divina beatitud.

Pero amamos las sombras demasiado,
y existe, no sé cómo decirte, una tristeza,
que no solo es apego,
que nos impulsa a salvarlas,
aunque hayan sido declaradas culpables.

Permítenos, por tanto,
levantar también templos a Apolo,
el que tañe con nuestros corazones
un himno de loa a lo celeste,
que si un Dios como tú pudiera oír
no dejaría de entonar.
Y que no consintamos, aunque haya en ello sacrilegio,
entregarnos, como apretadas uvas,
 a la impune ebriedad de tu canto.


jueves, 28 de julio de 2011

La sospechosa alegría de Madame Coralie




Nunca estuvo madame Bovary tan bella como en aquella época. Tenía la indefinible belleza derivada de la alegría, del entusiasmo, del éxito, y que no es otra cosa, a fin de cuentas, que la resultante de esa feliz armonía entre el carácter y las circunstancias.

                   G. Flaubert   Madame Bovary

Coralie estaba pletórica en los últimos tiempos. Mantenía un humor jovial, una predisposición casi infantil al juego y a la chanza. Esa alegría tenía una causa, pero no era yo.

Un antiguo conocido libanés, que las circunstancias impidieron que se convirtiera en su amante hace diecisiete años, consiguió localizarla por internet y llamarla al trabajo, donde estoy seguro que sus compañeras de instituto, intuyendo ese matiz de inconveniencia que representa flirtear con un ex,  debieron hacerle ese pícaro cacareo de complicidad femenina durante la conversación, que a mí tan poca gracia me habría causado.

Las circunstancias de que aquella relación no cuajara en su momento no vienen al caso. Coralie  acababa de regresar a España tras residir en París y Bruselas la primera parte de su vida, donde sus padres, burgaleses de nacimiento, habían emigrado en los años sesenta. El contraer pareja con un árabe a los veinte años e irse a vivir a Marraquech, como él pretendía, debió resultarle demasiado arriesgado.

Un alarde de cariñosa nostalgia le permitió franquear el tiempo y el espacio para llegar hasta ella. Desde una década aproximadamente vive en Nueva York, donde se dedica, al parecer con enorme prestigio, a la investigación en el campo de la oncología. Sé que las bromas suenan terribles hablando de un tema tan delicado, pero el prestigioso oncólogo se ha convertido en una suerte de tumor cerebral en lo que a mi tranquilidad se refiere.

Coralie me ha confesado que mantiene una “apasionante” tertulia por correo electrónico con el tal Hamid. ¡Cómo añoro los tiempos de las señales de humo!  Sé que un hombre liberal como yo debería hasta alegrarse de que su pareja sea agasajada por otros; y de que ello le reporte un dulce tan exquisito a su vanidad femenina.

Debería… Pero no obstante, siempre hay que estar alerta. Ser liberal no equivale a ser un cándido. La primera regla en el arte del amor es nunca menospreciar al rival. Mucho menos si es de otra raza y condición para una mujer que siente debilidad por lo exótico. Si además colma su autoestima con una romántica búsqueda en el ciberespacio…, la esperanza de librarse de lo peor es tanta como la que puede tener un reo cuando acaba de escuchar el repique de  tambores y ve formado, casualmente frente a él, al pelotón de fusilamiento.  

El amor a mi pueblo no me ciega a la hora de valorar el peso de la  tentación que supone estrenar vida  en Nueva York con una figura de la oncología frente a residir en Mota del Cuervo con un escritor famoso en el ámbito de su familia.

Jamás pondría un ojo en su diario, ni en su correo. Un caballero jamás lo haría. Pero necesitaba algún indicio que me revelara la intensidad y naturaleza del vínculo que tan cantarina la mantenía últimamente. Eso arrojaría un poco de calma sobre una ligera, con tendencia a moderada, preocupación.

Manos a la obra urdí una hábil treta para obtener información. A Sherlock Holmes no hay quien me gane. Yo no seré como el estúpido de Charles a quien Madame Bovary se las daba con queso. Los engaños a veces son tan sibilinos que hasta uno mismo se los cree. Eso me lo había enseñado ella misma en los tiempos en que ejercía como psicóloga clínica. Había que preguntar directamente a la fuente corporal, al inconsciente.

Conozco al dedillo sus puntos flacos. A veces habla en voz alta mientras duerme. Si el intruso había adquirido algún significado en su vida, las palabras caóticas, fuera del filtro de la conciencia, lo expresarían para una mente perspicaz como la mía, diestra en el arte de la interpretación, con la misma nitidez que el oráculo de Delfos a las pitonisas.

─ ¿No te duermes cariño y apagas la luz? Me dijo ella.
─Enseguida Coralie. No tengo mucho sueño. Creo que me quedaré un rato leyendo─. Y acechando (añadí para mis adentros).

Y así comenzó una larga procesión de días, en la que me pasaba las noches apostado como un lebrel al pie de la madriguera, esperando la ocasión en que Morfeo, señor del sueño,  diera por fin conclusión a mis pesquisas;  con la misma angustia que se espera el resultado de una biopsia (¿por qué se me habrá ocurrido esta metáfora?).

Hasta que una noche, a eso de las tres de la mañana empecé a escuchar por fin farfullar en su boca palabras ininteligibles. Aturdido por la nerviosa rapidez de mis propios latidos, que presagiaban la importancia de lo que de un momento a otro se iba a desvelar, acerqué el oído a sus labios tanto como pude. Para comprobar algo insólito. ¡Maldita sea! Cuando hablaba en sueños lo hacía en francés, su inconsciente era bilingüe. Sólo pude entender entre ligeras convulsiones, risitas traviesas y muchas “e”  pronunciadas con boca de piñón: “New York, New York”. Me di la vuelta y quise pensar que se estaría acordando del gran Sinatra.


lunes, 25 de julio de 2011

GRITO REPUBLICANO. Para los habituados a la los privilegios la justicia es una forma de rencor.

                                      
Ya ni el sueño me lleva
hacia mis libres años.
Ya todo, todo, todo,
-hasta en el sueño- es patio.
        
              M. Ana

Admitiré sin objeciones que ambos bandos cometieron atrocidades. Concederé, contra lo que pienso, para dejaros ventaja, que el gobierno legítimo de la República había permitido  antes de la guerra desmanes que requerían restaurar el orden. ¿Satisfechos ya, hermanos franquistas? Hasta aquí el empate. Pero decidme ¿cómo admitir la represión sobre una multitud  derrotada y hambrienta?, ¿cómo perdonar el silencio impuesto a una forma de pensar y sentir durante cuarenta años, el crimen que supone privar a un cuerpo de boca y corazón, obligándole a decir lo que no piensa y a expresar lo que no siente?, ¿cómo admitir el humillante desprecio que representa arrojar como perros en cunetas a vuestros compatriotas, mientras vosotros erigíais oraciones de  piedra en honor de vuestras víctimas?, ¿cómo tolerar sin rencor la cárcel y el martirio cuando era crueldad y no justicia su motivo?, ¿cómo justificar la obligación de bajar los ojos a vuestro paso, el deber de cantar vuestras canciones, de imitar vuestros saludos,  de honrar a vuestros dioses?, ¿cómo perdonar que dejarais sin derechos a nuestras mujeres con creencias tan negras como vuestras sotanas?, ¿cómo olvidar que tuvimos que trabajar de sol a sol vuestros campos, casarnos y morir con vuestros ritos, aprender y enseñar  vuestras verdades? Vosotros, tan hombres, tan cristianos, ¿cómo fuisteis capaces de cortar a otros hombres los cojones del alma, día a día,  durante tantos años?
Durante cuatro décadas estuvimos ausentes, expulsados de la historia, ocultos como un gran pecado. Intentabais destruir nuestra humanidad sofocando nuestros versos, censurando nuestros libros, obligándonos a elegir entre dignidad o muerte. Marcados como reses,  nuestro único destino era ser pobres e incultos. Pero se os olvidó un detalle: teníamos memoria.



sábado, 23 de julio de 2011

FELICIANO(S) SALIENDO DEL A(L)MARIO

                                        


                                                   En la vasta colonia de nuestro ser hay gente de muchas especies, pensando y sintiendo de manera diferente.

                  Fernando Pessoa Libro del desasosiego
                          

Ahí viene. Su rostro está sereno y confiado. Parece que se ha levantado con buen pie. Su nombre de pila es Feliciano Mayorga Tarriño, pero eso no es mucho decir. Tan solo la simple punta de un iceberg, una convención social. Realmente es una familia. Una familia extensa y no siempre bien avenida. Sus miembros conviven en cuatro grandes plantas.

La de arriba se llama el Testigo. Nadie vive allí excepto un viejo y sabio ermitaño, desposeído de bienes y ocupaciones. Su única función es darse cuenta del loco deambular de los demás inquilinos de la casa,  por los que siente una profunda compasión. Es la verdad última del edificio y su parte más silenciosa.


La tercera planta se llama Yo racional. La integran dos grandes salas. En la primera está el afanoso metafísico en medio de una gran biblioteca, intentando desentrañar los misterios del universo y de la condición humana. En la otra reside el honorable embajador de la humanidad, el que ha decidido honrar en cada uno de sus actos la dignidad de nuestra común condición .Está en guerra permanente con los rufianes y mafiosos que envilecen  la ciudad y algunos de los cuales moran en el sótano del propio edificio.

            La segunda planta la conforma una barahúnda de actores y comediantes. Está rodeada de grandes mamparas de cristal, de infinitos espejos y potentes megáfonos, con los que los inquilinos se comunican con  miríadas de cómicos alojados en otros barrios y urbanizaciones. Es la zona de más trasiego y contacto con el exterior, un permanente deambular,  ir y venir continuo, estresante y reglado. Millones de guiones cuelgan de las paredes impidiendo el descanso.
A esta hora podemos reconocer al profesor showman, al padre tierno y pasota,  al hijo consentido, al vecino cercano, al amigo leal, al compañero divertido, al amante apasionado pero asustadizo, al escritor prolífico y al militante soñador. El mayor peso de esta planta lo tiene el ciudadano responsable, empeñado en la extensión y profundización de los derechos y deberes de ciudadanía de todas las personas del planeta.


            Por último entramos en la planta baja, la zona del yo pasional. Todo está animado y alegre, lleno de humo y contradicciones. Algunos juegan a las cartas, otros están tumbados en cómodos cojines y otros se pelean en la cantina. Juntos integran lo más propio y peculiar del edificio, el hálito de lo único e irrepetible.

En primer plano aparece el famoso Klass Geibol, defensor vehemente y furibundo de la integridad física y moral, y a cuyo lado se encuentra el heroico Ernesto Huevara, obsesionado en castigar  poderosos y proteger desvalidos, dispuesto a mantener la dignidad aun a costa de la vida. La maricona chivata o niño repelente es divertidísima. Está junto al piano lanzando impertinencias y verdades como puños, en tono lúdico, al drogata. Éste, ansioso y glotón, adicto al placer y fóbico al dolor, en permanente homeostasis,  se fuma un canuto de hierbabuena con avidez y repasa páginas de un libro a la velocidad de la luz. En otra esquina se oyen los suspiros tristes del aprensivo anticipando la caída del avión, el choque frontal o la metástasis terminal .El único capaz de soportarlo es su primo Escuvidú, permanente acojonado, miedoso infatigable, acomplejado lameculos, hambriento de afecto y reconocimiento.

         El nocturno de Chopin impregna la habitación de melancolía y hace las delicias del romántico Odelo, obsesionado con el paso del tiempo. En nada se parece  a Bond, Jeis Bond,  ingenioso don Juan, ligón  con ojos de pillín, atrevido y extravagante que intenta envolver a la víctima con carcajadas y atrevidas aproximaciones. Chals Ingels está asomado a la ventana de su casa de campo contemplando el jardín y el azul del cielo. Ama la vida bucólica y campestre .Su serie favorita es La casa de la pradera.

¡Cuidado! Llega el madero, el tío con más mala hostia de la  casa. Todos temen la dureza sádica de su porra cuando alguien  es declarado culpable. Junto a él sus dos desafiantes compañeros Torquemada el moralista  y  el talibán vengador, defensores de la contención sexual, el pudor y el deber sin tacha. El bufón medieval charlatanea en el centro de la sala con  bromas y ocurrencias, divirtiendo  a los comensales con la exhibición de sus                        miserias e insolentes atrevimientos psicológicos.

El nambarguan apenas se relaciona  con nadie excepto para competir, quiere ser el mejor a cualquier precio y solo lo excitan las situaciones de  rivalidad. Lidia la masoca, burlándose de nambarguan está  dedicada a gozar del sexo anal y receptivo, decidida a ser  el objeto sexual del madero.

Debe haber una gran fiesta, por el bullicio y la animosidad       que preside la tertulia.

Cada rato un apagón deja sin luz al edificio, pero nadie se extraña a estas alturas. Sabotajes S.A. se rebela de este   modo contra la autoridad y el deber. Su arma principal es fingir olvidos, destruir encargos, extraviar objetos ajenos o llegar tarde.

El conde de Tarriño, en una pequeña mesa decimonónica, adornada con pomposos candelabros y cubiertos de plata  saborea exquisitos caldos y caviar ruso. Representa el buen gusto, el elitismo y la sensualidad fina. A punto está de  sufrir una parada cardiaca cuando a tres centímetros de su   mesa rebota el intrépido Indiana, amante de la aventura y  apasionado por la intensidad, que se divierte haciendo "lamparing", actividad consistente en lanzarse al vacío desde la lámpara rococó que cuelga del techo. Hasta el moro Juan (troglodita en estado puro) se ha sobresaltado mientras amenazaba a unos intrusos que según su paranoica mirada podían hacer peligrar su honor y sus concubinas. Es muy peligroso debido a su determinación de torturar  con latigazos de vergüenza a quien osa ofender su endemoniado orgullo.

                   La comicidad de contemplar a Indiana de bruces contra la mesa del Conde llega al clímax cuando de fondo se oyeron  los rugidos libidinosos del berraco la Olma, afamado inseminador de muchachas. La discusión entre el sibarita conde Tarriño y el intrépido Indiana se hizo por momentos tan agresiva que el mismo Cristociano tuvo que intervenir con su aire apaciguador y bondadoso. Le llaman la tortuga salvífica por su empeño en redimir a los demás y porque carga sobre su espalda los males del mundo. Sin él la vida en la casa no sería la misma, ya que es el único que goza  haciendo  felices a los demás. Todo lo contrario que el insidioso e intrigante Rasputín, refinado estratega y genial manipulador, cuya charlatanería y locuacidad le hacen maestro en el arte de salirse con la suya.   
              El abuelo Daniel, tacaño hasta la médula, cruza la sala de un lado a otro, a paso   lento y con la  cabeza siempre agachada; pero no por un problema de cervicales, sino porque  hace diez años   perdió un euro y ha decidido   encontrarlo cueste lo que  cueste.
           En su búsqueda del vil metal molesta a todos los inquilinos, obligándoles a  apartarse de sus sitios a fin de registrarlos. La única que se le resiste es la  cigarra  depresiva, apática y perezosa, inmóvil como una columna y en                               indolente huelga de brazos cruzados. Tan incapaz de hacer nada como de no  hacerlo.
Más abajo solo se oye el agónico hervir de una cocción desordenada, una papilla oscura y vital, de la que emergen de pronto nuevos  personajes y a la que otros regresan, a veces para siempre.

martes, 19 de julio de 2011

El viejo compasivo y la gaviota




El anciano de ochenta y cuatro años estaba sentado en la playa, jubiloso de contemplar cómo el cielo diluía sus límites con el mar, mientras la luna, como ninfa extraviada, exhibía su  rostro en el cenit de la bóveda celeste. Todo era tan perfecto, tan dichoso…, que sintió cómo una voz, que representaba aquella belleza absoluta, lo invitaba a fundirse, a trascenderse. ”Simón  -le dijo- da tres pasos en dirección al vasto océano y seremos uno. Únete a mí y quedará saciada para siempre tu hambre de ser.”
El viejo lloraba de felicidad. Había llegado por fin su hora, el momento que siempre había soñado, donde podía al fin deshacerse de su ego y ser uno con todo. Los años de meditación, la severa disciplina, las constantes renuncias quedarían definitivamente atrás. Incluso la muerte, ya próxima, sería incapaz de destruir la beatitud que estaba a punto de alcanzar.
 Pero fue en ese momento, mientras todo su ser gritaba sí, cuando vio Simón, a unos cien metros aproximadamente, que a una pequeña gaviota se le había enredado la pata izquierda en una vieja red de pescadores, que yacía abandonada.
Al percibir los vanos esfuerzos del pobre animal para desanudarse, que presagiaban una muerte segura, Simón suplicó a la voz le permitiera unos breves segundos antes de completar la dulce entrega.
Pero la voz, persuasiva y cadenciosa, le respondió: “Los dolores del mundo son parte de la vida, del ciclo eterno de las causas y efectos. De nada te servirá socorrer a esa avecilla infeliz. La salvarás de la muerte hoy, pero no podrás salvarla mañana o quizá al día siguiente, mientras que a ti te ha sido concedido el enorme privilegio de la iluminación, el privilegio de escapar del sufrimiento para siempre. Al igual que un Dios, solo hay una oportunidad. Si vacilas la perderás.”
Simón, con expresión triste pero decidida dijo a la voz: “Vete pues, añorada plenitud, si no puedes esperar. No puedo dejar a ese pequeño animal indefenso sufriendo hasta morir”. Y se alejó con paso firme en dirección a la gaviota.
Cuando el animal se supo libre, se elevó indiferente hacia las alturas.
Entonces algo inexplicable sucedió. La noche, el cielo y el mar, y toda su belleza contenida, avanzaron tres pasos hacia Simón y se fundieron con el corazón del anciano.
              
Un bodhisattva, en el budismo mahayana, es quien, por compasión, aplaza la iluminación hasta liberar a todos los seres del sufrimiento.

               

lunes, 18 de julio de 2011

CASTIDAD VISUAL



Siempre me sorprendió cómo podía mantener tan buen tipo con ese apetito de buena gourmet que la caracterizaba. Cuando la conocí llegué a pensar, ingenuo de mí, que en un hipotético plato común su ración sería sensiblemente menor a la mía; que un macho humano de gran envergadura necesitaría mayor ingesta de calorías que una hembra de bonitas formas. Pero me equivoqué y cuánto.
Recuerdo un día de julio, que disfrutábamos de una excelente mariscada en un chiringuito de cala Carbó, en Ibiza. Mis ojos, conectados como satélites espías a la testosterona, se perdieron en el ronroneo de un voluptuoso trasero que yacía tumbado bajo el sol. Los lúdicos conteneos de la joven al intentar autobroncearse me impedían la plena concentración en aquella cornucopia de marisco.
No me puedo culpar por ello. Cualquiera que no fuera maestro experimentado en el arte de la meditación habría sido abducido como yo. Mantuve, eso sí, disciplinadamente los convencionalismos que exigen no mirar fijamente ni con permanencia aquello que deseamos, sino siempre de soslayo y con aire aparentemente distraído.
Ese día comprobé con asombro que a Coralie aquellas contemplaciones libidinosas no solo le importaban un bledo, sino que las recibía incluso con delectación por darle oportunidad de incrementar su cantidad de ración sobre la fuente común. No fue el miedo a sus reproches ni a sus celos, de los que carecía, lo que me indujo a tomarme en serio la castidad visual, sino el temor a quedarme con una dieta diezmada por efecto de sus despiadadas incursiones.
Era tan traviesa y astuta que en algunas ocasiones ella misma me señalaba el cuerpo escultural de alguna bañista para disfrutar durante mi despiste de una buena porción de mi cigala.
Cuando yo, vuelto en mí, descubría su treta y los restos del festín, reíamos sin poder parar durante horas.

miércoles, 13 de julio de 2011

¿PSOE O PP? I.U en la encrucijada





La política de alianzas de I.U. tras las elecciones locales y autonómicas del 20 de mayo, arroja un resultado inquietante.
Las manifestaciones taxativas de su coordinador Cayo Lara en  campaña de que los votos de la coalición no permitirían, por activa o por pasiva, gobiernos de derechas, fue desmentida tras el 20 M por las respectivas asambleas en un importante número de municipios; y de modo especialmente significativo en Extremadura, donde la abstención de los tres diputados de la formación ha supuesto en la práctica aupar al PP al gobierno autonómico.
La problemática planteada es enormemente compleja y amenaza tanto la estabilidad interna como el futuro inmediato de la organización.
Numerosos militantes han querido leer en estos hechos, en clave asamblearia, la rebelión de las bases frente a los dirigentes, además del hartazgo histórico ante la prepotencia socialista. Es como si el movimiento de los indignados hubiera tomado por sorpresa el cuerpo orgánico de I.U. favoreciendo la democracia interna y la participación.
Otros, como el PSOE y sus medios afines, han vuelto a reeditar el viejo concepto de pinza, que tan buen resultado les dio en el pasado, acusando a I.U. de connivencia con el PP. Oportunidad única para pasar a cuchillo a sus dirigentes y echar por tierra el prestigio de la formación en un momento de repunte en las encuestas.
 Otros, finalmente, como el consejo político federal con Cayo a la cabeza, interpretan la decisión de los diputados extremeños como un ejemplo intolerable de anarquía interna que socaba la credibilidad de la coalición y de su líder, haciéndose necesaria la apertura de algún tipo de procedimiento disciplinario contra los rebeldes para restituir la confianza perdida y aplacar a las erinias socialistas del grupo PRISA.  
No entraré en desmadejar el ovillo coyuntural, que enfrenta estrategias electorales, competencias políticas y procedimientos de toma de decisiones. Más importante es aprender de lo ocurrido, que no es nuevo por cierto, para que I.U no vuelva a tropezar por enésima vez en la misma piedra.
Lo que se dirime en este debate es nada menos que el sentido de una fuerza minoritaria, con una identidad marcadamente de izquierdas, en un escenario bipartidista,   donde uno de dos partidos que componen la alternancia se define mediáticamente en términos de socialdemocracia, progresismo, izquierdismo, etc.
Aunque precisamente sea esta marca el anzuelo utilizado en la práctica por los sucesivos gobiernos socialistas para ejecutar las políticas más impopulares a favor de las minorías pudientes con el mínimo de resistencia y conflictividad social. Y, por qué no decirlo, que no escasean los municipios donde es el PSOE el responsable, por activa o pasiva, de que gobierne el PP al no conceder su apoyo a I.U. –solo que en la era de la imagen lo que no es publicitado no existe-
Lo importante es que una vez tragado este anzuelo mediático por parte de la población, I.U. se ve envuelta en una encrucijada suicida. Si vota al PSOE de un modo incondicional (pues esa ha sido la errónea decisión del consejo político federal, aunque es el órgano competente para tomarla) para que no gobierne el PP, el elector puede pensar que para ese viaje no eran necesarias esas alforjas, que para acabar de ese modo, su voto es más útil si va directamente al PSOE sin ser desgastado por la ley D´Hondt y la circunscripción única.  
Si no vota al PSOE y permite que gobierne el PP, el votante de izquierdas puede sentirse defraudado, pensando que su voto ha servido en la práctica para lo contrario de lo que era su intención inicial. Reflexión en la que colaborarán de forma entusiasta los medios afines al PSOE, suscitando la sospecha de que I.U actúa como un caballo de Troya dentro de la izquierda, en beneficio del PP.
Lo más útil en ambos escenarios es votar al PSOE. Con lo que I.U. caerá en una espiral autodestructiva haga lo que haga y decida lo que decida.
¿Se puede superar el dilema?, ¿Existe una tercera opción para salir del atolladero? Sí la hay. Pasa por superar el enfoque nominalista que lastra perversamente la política de pactos. Lo que quiere decir que será preciso, hasta donde sea posible, dejar de hablar de siglas y de adscripciones políticas (izquierdistas o derechistas), convertidas a la sazón en hueras muletillas publicitarias, y llevar al centro del debate los contenidos programáticos.
Lo diré de forma clara. Salvo el rechazo explícito a votar activamente al PP, I.U. tiene que definir a nivel federal cinco contenidos mínimos de suficiente calado político y atractivo social  que actúen como condiciones imprescindibles para votar al PSOE en cada uno de los ámbitos del Estado.  
Me refiero a cuestiones como  desarrollo de un modelo de democracia participativa, un plan suficiente de viviendas de protección oficial, creación de un plan de empleo público para un número determinado de personas, el compromiso de no privatizar ningún servicio básico, limitación de los salarios de los ejecutivos, reparto del trabajo, etc.
En aquellos ámbitos regionales o locales se podrían aumentar estos cinco contenidos mínimos en cinco puntos más de libre decisión por parte de las respectivas asambleas territoriales, adaptando el ideario de I.U a las circunstancias variables de cada comunidad. Si el PSOE se compromete públicamente a llevar a la práctica dichos contenidos, tendrá el voto seguro de los cargos públicos de I.U. Las asambleas solo decidirán los cinco puntos en cuestión, pero será el PSOE el que tendrá la última palabra. Así será su responsabilidad el acuerdo o el desacuerdo alcanzado.
Si insisto en números pequeños, que oscilan entre cinco y diez puntos programáticos, es porque deben ser pocos para que sean suficientemente conocidos y para no se tenga la tentación de maximizar el programa sin ser la fuerza mayoritaria. Los contenidos políticos en cuestión, además de justos, viables e idiosincrásicos, deberían ser casi siempre los mismos, y repetirse como  un estribillo en las escasas oportunidades de comparecer en los medios. Así la utilidad de votar a I.U sería clara para los electores más allá de las siglas: mi voto no servirá para que gobierne el PP, tampoco para que el PSOE haga políticas de derechas.
Todavía no es tarde para dar una salida digna al conflicto. Definir contenidos claros e ilusionantes, y anunciar a bombo y platillo mociones de censura donde el PSOE se comprometa a llevarlos a la práctica. La tarea no es fácil pero es el único camino que no conduce directamente al precipicio.

domingo, 10 de julio de 2011

CUATRO TESIS SOCIOLÓGICAS SOBRE LA ESTUPIDEZ


1.    La densidad de estúpidos por metro cuadrado es una constante universal.

Corolario: ricos y pobres, creyentes y ateos, liberales y socialdemócratas, hombres y mujeres, blancos y negros, viejos y jóvenes, instruidos e ignorantes mantienen idénticas proporciones de majadería.

2.    La estupidez es delatada por el ruido (en sentido general).

Precisión: Todos los tontos hacen ruido pero no todos los que hacen ruido son tontos.

3.    La estupidez es la sobredimensión, por ignorancia, del propio valor. Desajuste que es percibido por los no estúpidos como patético.

4.    La estupidez no tiene cura.

Explicación: Solo puede sanar quien se sabe enfermo, pero ningún estúpido admitirá jamás su estupidez.

COMPLICIDAD

Entre tu risa y mi risa
habita un dios ligero
que nos hace cosquillas.
Y hasta, a ratos, parece
que el paraíso,
avecilla suspicaz,
se dejara coger sin asustarse.

Entre tu risa y mi risa
se desliza un duende azul
que acaricia nuestro sexo.
Fogoso y juguetón
se desborda
como manantial de labios
en la alcoba.

Entre tu risa y mi risa,
el milagro, de tan habitual,
ni siquiera sorprende.

jueves, 7 de julio de 2011

¿DULCE PATERNIDAD?


Debía estar en este mismo momento dando de cenar a mis hijos. Pero he decidido aplazar  ese memorable instante, como cuando masticas despacio y cierras los ojos para saborear mejor un buen vino o demoras un placer para sentir con más avidez su llegada.
¡Papá a esto le falta sal, mamá lo hace mejor! ¡Papá, David me está chinchando!  ¡Papá quiero agua! ¡No quiero beber en ese vaso sino en el que tiene dibujado a Mike Maus! ¡El arroz tiene cosillas! ¡Los guisantes  no me gustan! ¡Quítale el huevo a la tortilla y déjame solo las patatas…!
Mientras, el plato se desborda, desparramando la sopa por la mesa, y la tela de mis pantalones absorbe los fideos con figuras esculpidas en pasta de vocales y números pares.
A este maravilloso remanso de paz  sucederá el baño, la pérdida del imprescindible patito flotante, los chillidos porque el champú le han mojado los ojos; y tu  mala hostia, que va en geométrica progresión mientras una voz muy antigua dentro de ti te llena de bendiciones y apoyos: eres un mal padre, esto lo hicieron otros por ti, desagradecido, vago, comodón.
Para no escuchar la voz prestas aun más atención a tu hija, y como si se hubiera conectado por un dispositivo USV a tu propio inconsciente te vuelve a recordar, esta vez a gritos, que eres un mal padre, un ingrato, que esto ya lo hizo la abuela por ti y que mamá te da cien mil vueltas.
Y sales corriendo sin saber dónde esconderte, con deseos de irte a Somalia o al Caribe, a echar un polvo en las antípodas o morir dignamente en la primera guerra que pillas sin importarte un comino si es justa o no.
Pero no puedes. Eres responsable, estas encadenado como galeote a tu deber paterno. La voz vuelve a ti con una mueca de sarcástica advertencia: déjate de fantasías que se acaba de orinar encima tu hija, que la dirección y potencia de su pis es más imprevisible que un aspersor en el epicentro de un huracán; y que a buen seguro tendrás que quitarle el pantalón y ponerle otro nuevo. Y no te olvides que no has lavado aún el meado el día anterior, el de cuadritos rojos y azules que combina con el pichi blanco.
Tiras con mala uva el cabezal de la ducha sobre la bañera y en el colmo de tu buena suerte, creyendo que es el grifo  el que está conectado y no la ducha, sientes cómo un chorro de agua se lanza sin piedad contra tu rostro. Y ríen, ríen, ríen; no paran de reír los putos niños  y la maldita voz sádica del deber, mientras te apartas el agua helada de los ojos ardientes de ira.
  Improvisas en tu imaginación discretos accidentes, venenos letales dejados casualmente junto al frasco del cola cao, aspiradoras asesinas, muñecos estranguladores, gusanitos inflamables... Y colocas en el templo de tu mente silenciosa un enorme cirio al gran Herodes, ese santo incomprendido, conmemorando su arrojo al cargarse de una sola estacada a tal número de siniestras sabandijas.
   ¡Cuidado! te dices ¡Ahí vienen de nuevo!
   ¿Me has hecho ya la leche papa con bolitas de chocolate? ¡Tengo hambre y me aburro! ¡No olvides poner mucho cacao y dale bien  vueltas para que no se quede abajo el azúcar!  Acabas de descubrir lo que es un hijo: un conjunto de preguntas retóricas sumadas al empleo constante del imperativo.
  Y ahí estás tú, consciente de que tu juventud se está disolviendo como un caramelo en la boca de un niño, de que el héroe con que soñabas va vestido ahora con  bata a cuadros y  cofia, la mano abierta sosteniendo la bandeja del vaso de leche con bolitas de chocolate, tres cucharadas de cacao y el azúcar bien removida; dispuesto a dar a sus hijos pan y circo, alternando la hostelería fina con el espectáculo en directo. Poniendo esta vez, eso sí, con mucho disimulo, para que aflore un poco tu cabreo, voz de negro complaciente dirigiéndose a su amo  ¿Desean algo má los señoriiitos?
Y ellos, como siguiéndote la broma te dicen con voz seca ¡Sam, puedes retirarte!
Por la noche, en ese breve lapso de tiempo entre el papá me meo y el papá tengo miedo, te imaginas un mundo donde millones de solteros y solteras, madres resentidas, curas listillos, ancianos impotentes y padres desmanotados se desternillan  de risa; y comentan para sí con cómica crueldad lo bajo y miserable que eres hablando así de tus hijos, lo inhumano y descastado de tu comportamiento, tu irresponsabilidad al haberlos tenido, tu falta de paciencia y cuidado, tus intolerables malos humos.
Y tú, pobre animal acorralado, desesperado, rabioso, indefenso y deprimido  lloras con desconsuelo como culpable absoluto mientras les preparas la cama, limpias los zapatos y planchas la ropa.

BRINDIS POR C. JUNG

              

Arquetipos tales como el viejo, el ermitaño, la princesa, el dragón, el loco, el pozo o la muerte,  conforman el inconsciente colectivo. Los mitos en que dicho inconsciente se expresa son sueños públicos, de todos. Representan la expresión simbólica inmediata que adoptan las fuerzas vitales en el ser humano.
Cuando un relato logra ordenar correctamente estas imágenes primordiales se convierte en  sabiduría popular. Su tema central es el héroe que abandona el universo familiar en dirección a lo desconocido, donde tras exponer el ego a los riesgos de la lucidez, logra regenerarse en contacto con las fuentes arcanas de la vida.
Viaje que habrá de ser de ida y vuelta, de muerte y renacimiento, ya que la única condición que se impone al héroe por alcanzar la beatitud es la de  regresar a casa para enseñar a otros el camino.
Jasón, Ulises, Teseo o San Jorge; e incluso Jesús, Siddhartha o Sócrates son ejemplos de ese itinerario que todo ser humano debe recorrer si quiere disfrutar de una existencia auténtica. Quienes opten por un espacio seguro, amparado por las creencias y afectos de la tribu,  pagarán su falta de arrojo con una vida desapasionada y triste.
Por muy importante que sea lo racional, cuentos, mitos y epopeyas siguen siendo herramientas imprescindibles para superar el nihilismo, coordenadas del mapa que conduce a la tierra prometida.

LA VERDADERA FIDELIDAD

             
La mayor fidelidad a la persona que amamos no deriva de lo que debemos o decidimos voluntariamente sino de un sentimiento de gozo que revela nuestra incapacidad para sustituirla.

martes, 5 de julio de 2011

CANTO AL FALO de Vigo

                                      Una vagina en cada puerto

Inconfundible brújula,
que como solitario cíclope
frecuentas los sombríos y húmedos parajes.
Más ácrata que Bakunin,
no conoces Dios ni amo,
que a todos miras de frente con tu solo ojo de
Polifemo salvaje
.
Susceptible tan solo, como un can,
 a la caricia
de manos y
orificios vegetales.

No existe para ti hembra infame.
Tu avidez la multiplica,
ancestral foto-shop,
como Cristo los panes y los penes,
en hermosa ninfa de ojos otoñales.

La multitud utiliza mil palabras
por temor a nombrarte:
Polla, picha, pito, flauta…
Ambiguos e imprecisos genitales.

Por ti soy navegante.
No hay tierra que te detenga
ni cobijo que te amarre.
Siempre necesitas. 
Verga insaciable.

domingo, 3 de julio de 2011

TRAICIÓN

TRAICIÓN
Decía que no fumaba hierba porque no le hacía efecto. Sin embargo, a poco que me dirigiera ella con una de mis amorosas bufonadas, reía sin parar con una risa alegre como pocas he conocido. Tal complicidad había entre nosotros. Apoyada cómodamente en el sofá de unos amigos de Mojácar  ojeaba una de esas revistas que en la misma página enseñan diez secretos para excitar a un hombre, los beneficios de la depilación láser y la lencería más  atrevida de la temporada.
Ya habían pasado tres meses desde que acabó  mi último juego seductor con Sonia, una enfermera de Tarifa. Tras años de relación y convivencia, donde no faltaron coqueteos ocasionales, me quedé más prendido de lo que está permitido a un profesional de la seducción. Este hecho había generado en Coralie una crisis de confianza casi irreversible, tanto respecto a mi determinación de no meterme en líos con otras mujeres como de ser sincero si esto ocurría.
He de decir en mi descargo que para mí toda relación, una vez que adoptaba la forma de compromiso (y esto, por desgracia, ocurría después de los primeros meses), se transformaba en una obligación más de la vida, de la misma naturaleza que el trabajo o la paternidad después de las decisiones iniciales que les dieron origen, por muy apasionadas que estas hubieran sido. Seguridad y convención disputarían ahora su predominio a la libertad y el deseo que, por supuesto, siempre estarían del lado de la transgresión.
No es que no me hubiera dolido lo sucedido, sino que mi arrepentimiento tenía más que ver con un sentimiento de compasión espontánea hacia su desconsuelo, o con la conciencia de haberme comportado como un estúpido concediendo tanto poder a una de mis conquistas. También con las ingratas y continuas discusiones que había tenido que soportar durante meses.
Pero al verla allí recostada aquella noche, junto al sofá azul y vulgar, releyendo la revista intrascendente, recordé lo hermosa que era, la fuerza del sentimiento que me unía con aquella mujer tres años antes desconocida. Recordé el placer de nuestras conversaciones interminables, la sencilla forma en que brotaba la risa cuando nos mirábamos, el asombro de su intuición infantil y el ansioso latido de su corazón, que disfrazaba con dificultad una bondad vulnerable.
Gozaba de una extrema sagacidad, con una mirada entrenada para sospechar de todo menos de sí misma, otorgando al amor el privilegio de una inocencia que siempre los hechos se ocupaban de desmentir.
Debió presentir mis divagaciones  cuando alzó la voz y me dijo con una sonrisa en la que se podía leer una melancólica desilusión: ¡Con lo bonito que era lo nuestro!
Es difícil explicar lo que sentí al oír aquellas palabras pronunciadas sin afán de ofenderme ni de culparme. Me descubrieron con una tristeza súbita, íntima,  la verdadera naturaleza de un  mal irreparable, la versión amorosa del pecado original.
 Había destruido algo tan hermoso, tan voluntario, tan gratuito, tan ingenuo...
No se trataba de haber incumplido un contrato,  romper una palabra, contravenir una norma. Era infinitamente más grave. Tanto como faltar a una ilusión, degollar una rosa, estrangular un pájaro o espantar un silencio. 
Violé su inocencia. El único delito de amor que nunca prescribe. Precisamente yo, a quien más amaba.