miércoles, 30 de abril de 2014

CANTO A LO DIVINO



Te imploro a ti fondo del mundo,
oscuro y amoroso silencio
que sin razón creas y destruyes
cuanto vive en este pequeño intervalo.
Permite santificar mi imperceptible existencia
con tus sagrados y eternos dones,
destellos de un centro único
que irradia en plenitud los vastos confines.
La divina Valentía que no cede sino a lo que es justo y propicio,
que arrostra sin vacilar los riesgos
de proteger lo que es frágil, la derrota probable, la palabra sincera;
la Justicia, más antigua que dioses y hombres,
que marca los límites
donde los seres pueden florecer
en respetuosa armonía;
la Generosidad, que llena los corazones de una misteriosa abundancia
cuya fuente es el gozo por lo que nos ha sido dado.
Fortalece mi ser de numinosa Paciencia
para recibir sereno, con templado aplomo, la oposición
del mundo a mi angustiado deseo.
Hazme Manso y Compasivo frente a las ofensas,
sin que la cólera ciegue con su exceso
la proporción exacta de mi respuesta legítima.
Deja que mi rostro brille Auténtico, sencillo, sin rodeos,
de una forma tan íntegra que inspire confianza a los hombres.
Dame fuerzas para cuidar de la tierra, de las frágiles criaturas que la habitan, suspendidas sin remedio entre el nacimiento y la muerte.
Y cólmame, al presentir tu Belleza,
de la Dicha que enciende el sentido,
del Entusiasmo que eleva nuestros corazones
hasta las alturas del Padre eterno,
de la Risa que nos sumerge en la embriaguez del instante.
Acepta mis votos como un acto de Piedad sincera,
que nada reclama sino el pavoroso reconocimiento de tu  indisponible misterio,
la proclamación de tu majestuosa indiferencia,
obstinadamente sorda a mis palabras.
Concédeme el privilegio de ser tu sacerdote mortal
en tiempos de indigencia extrema,
cuando los dioses, que antaño revelaban tu riqueza infinita,
ocultan su augusta presencia en el olvido,
y los hombres, otrora atentos a los signos del cielo,
se postran ante falsos ídolos
que los precipitan en una existencia vacua y arrogante.
Te lo pido a ti fondo del mundo,
principio innominado bajo todos los nombres:
despierte mi canto a tu divina Dulzura
para que mi ser, dócil canal de inefable Alegría,
te bendiga eternamente.