lunes, 24 de diciembre de 2012

LA FANTASÍA DE UN VARÓN: “FELICIANO CAPULLO, QUEREMOS UN HIJO TUYO”.




Ocurrió mientras tomaba unas copas a altas horas de la madrugada. Había en el local una mujer bellísima de ojos negros, penetrantes,  apenas inocentes, en los que se advertía un instinto de juego poco común, una innata capacidad para el goce. Ademanes delicadamente femeninos que la convertían en una mujer de esas cuya cercanía se anticipa con más miedo aún que deseo. Pero estaba junto a otro, era de otro.
La fantasía de que ella pudiera entregarse a él -ya fuera en calidad de novio, marido, amante o ligue- de que quizás horas más tarde consintiera abandonarse al deseo voraz de aquel intruso, ofrecerse desnuda a sus manos ansiosas, obteniendo en ello un placer intenso y a la vez ajeno a mi persona, me golpeó con tal violencia, que sentí cómo un dolor amargo y áspero me zahería de pronto el costado, una envidia inmisericorde mordisqueaba mi alma en carne viva.
Comprendí hasta qué punto es intolerable que alguna mujer bella pueda no ser mía, la dulzura contenida en el sueño islámico de ser el único jeque de un inmenso harén en el que todas las formas de sensualidad femenina estuvieran a mi alcance, y donde las más hermosas hembras de la especie se entregaran a mí sin yo pedírselo, por un impulso irrefrenable hacia lo que yo soy y represento.
Necesitaba escapar del local a toda prisa, las copas se me habían revuelto en el estómago al comprobar que era sexual y afectivamente prescindible para la práctica totalidad del género femenino, cuyas atractivas componentes se mostraban capaces de gozar -aunque parezca increíble- sin que yo fuera la causa directa de ese gozo, como si no existiera. 
              Hasta que acudió en mi ayuda un ángel, sí, un invisible ángel azul venido desde el fondo más vital de mi inconsciente, que me susurró al oído una alternativa que no había considerado hasta la fecha: la posibilidad de que ellas, esos seres mágicos que codiciaba hasta la amargura, no lograran entregarse a otro de forma auténtica y cabal,  de que en algún momento del encuentro amoroso se darían cuenta de que una falta sutil impedía la plenitud anhelada, de que aquello tan solo formaba parte de un camino, de una búsqueda cuyo objetivo y centro último era yo.



 "De ilusión también se vive" 
                              
                Feliz año 2013

miércoles, 12 de diciembre de 2012

12/ 12/ 2012 CANTO AL UNIVERSO




           Quiero ser tan brillante como tú, sol,  para que cuanto me circunda resplandezca en mí con su belleza única.

Quiero ser tan sencillo como tú, cristal, para dejar pasar a través de mí el aspecto verdadero de las cosas.

Quiero ser tan cálido como tú, fuego, para que nadie junto a mí pase frío.

Quiero ser tan fértil como tú, tierra, para que sobre mí arraigue y florezca lo que está vivo.

Quiero ser tan sutil como tú, aire, para elevar puentes de amor entre la luz y los colores, la música y el oído.
      
Quiero ser tan abundante como tú, océano, para que nada se vuelva en mí escaso o mezquino.

Quiero ser tan poderoso como tú, huracán, para arrancar a mi paso hasta las injusticias de raíces más viejas.

Quiero ser tan tierno como tú, beso, para convertir cuanto soy en  caricia.

         Quiero ser tan mágico como tú, mujer, para que 
ni la más leve  hierba deje en su sencillez de asombrarme.                                 

lunes, 10 de diciembre de 2012

Diccionario de un neurótico



 A mis compañeros de Valdivielso, con quienes compartí un trecho en el fascinante  viaje a la autenticidad. Al menos ellos sabían que estaban locos.
                              
  • Falsa generosidad: me encanta que disfrutes, pero solo a condición de que lo hagas  conmigo.
  • Pudor y sed de contacto: Me enloquece tocarte con la voz,  pero no puedo abrazarte sin el terror de quien salta al vacío.
  • Voracidad culpable: Cuando por fin logro disolverme en la eterna ubre del placer, el miedo y la culpa me recuerdan quien soy, agriando por un momento su leche blanca.
  • Temeridad: Estoy tan estúpidamente seguro de que todo cuanto vive desea pertenecerme, que dejo a la intemperie, a merced de cualquier ladrón,  cuanto amo.
  • Vanidad: Solo estoy seguro de existir en el precario resplandor de la risa, el aplauso y la mirada ajena.
  • Dependencia: Bailarás bajo el poder irresistible de mi canto, pero yo seré un servil esclavo de tu oído.
  • Culpa: Nunca me dije con reproche: "¡Cómo fuiste capaz!", sino "¡Cómo serás capaz!". Puesto que la culpa es el peaje del alma a lo prohibido, prefiero pagar por adelantado. Así lo que resta es puro gozo.
  • Charlatanería: Desde que dejé de succionar no he parado de hablar, buscando en vano en la palabra aquella sensación de leche cálida. 
  • Hedonismo: Jamás he podido sufrir más de veinte minutos seguidos, mi alma tiene una piel tan delicada como el cutis de un niño. 
  • Soledad: Estar solo es la angustiosa pausa de un glotón antes de volver a atiborrarse de los otros.
  • Impaciencia: El infierno es esperar en una cola o la promesa firme de  tu pantalón ceñido.
  • Activismo: La inacción es otra forma de decir hastío. 
  • Narcisismo: No puedo dejar de preguntarme ante la visión de multitudes anónimas cómo tal número de seres pueden llegar a existir sin conocerme.
  • Rivalidad: Mi avidez de atención es más vasta aún que el cielo estrellado, pero no competiré por el centro salvo que haya mujeres entre el público.
  • Mesianismo: El mundo sin mí perecerá.
  • El perseguidor: Mi lengua es de seda hasta que tu resistencia la convierte en látigo.
  • Intolerancia a la frustración: La rabia es el rostro cruel de mi apetito insaciable.
  • Intelectualismo: Mi cerebro surca  con celo depredador el amplio cielo tras arrojar al corazón por la borda.
  • Descorporalización: A veces pienso que bajo mi cabeza hay algo que se desplaza, hace pis y bosteza.
  • Envidia: La forma más punzante de dolor es observar a una mujer hermosa entregada a otro hombre, no ser absolutamente preferido.
  • Esquizofrenia sexual: No puedo amarte y desearte al mismo tiempo. He de elegir forzosamente entre la puta y la virgen, entre lujuria y sensiblería. Y tú te me escapas siempre entre ambos extremos.
  • Despersonalización del prójimo: Nunca olvidaré tu cara pero con dificultad recordaré tu nombre.