domingo, 14 de julio de 2013

PRIMERA FIESTA DEL ORGULLO GAY (O DE LA TOLERANCIA) EN MOTA DEL CUERVO



Hace tan solo unos días un anciano curtido de esos que siempre se han creído muy hombres, se preguntaba en un bar, en voz alta y con un matiz de irónica censura, qué significaba “orgullo gay”. Aquel pobre intolerante había llegado a la vejez sin entender nada, con el mismo grado de estupidez adquirida que se nos había inculcado a todos en una época oscura, que tuve mucho gusto en ayudarle a recordar.
Si hubiera de destacar, –le dije– una de las cosas más terribles y crueles de mi adolescencia, allá por los ochenta, elegiría sin duda el modo en que la sociedad trataba, o mejor dicho: maltrataba, a sus homosexuales.
Desde la escuela a la familia, desde la pandilla al trabajo, desde la iglesia al Estado, toda una inmensa guillotina de medias palabras, de ofensivos silencios, de burlas, de patéticas fanfarronadas, de chistes de mal gusto, de angustia reflejada en los rostros de tus seres queridos, nos precavía a todos del terrible riesgo que suponía encontrarte un día con que tú eras uno de esos, un innombrable: un maricón.
Maricón, que en el lenguaje de esas mentes sádicas y reprimidas significaba depravado, digno de vergüenza y escarnio público, error de la naturaleza, cosa ridícula a la que se puede, e incluso debe, despreciar abiertamente, engendro obsceno y nauseabundo del que había que guardarse o quitar del medio, golpear si fuera necesario, porque no merecía ni si quiera la categoría de persona.
No puedo mirar atrás sin sentir dolor, incluso sin experimentar un punto de remordimiento –porque todos éramos a la vez víctimas y verdugos de aquella siniestra persecución– por tanta amargura innecesaria, por tantos seres de nuestro entorno: colegas, compañeros, amigos, en algún caso hijos, tal vez padres, que tuvieron que esconder su identidad sexual por culpa de esa ideología enferma de machos inseguros y acomplejados, que odiaban a la mujer hasta dentro de ellos mismos, de sacerdotes hipócritas que satanizaban la homosexualidad travestídos de sotana, de maestros, médicos y psiquiatras que pretendían definir la normalidad y la salud sin reconocer que los incapacitaba para el oficio el terrible trastorno de homofobia que padecían –porque no hay mayor trastorno que el de tratar de impedir a otros seres humanos que sean fieles a sus inclinaciones naturales. 
Es por ello que el sábado 20 de julio de 2013, la primera fiesta del orgullo gay en Mota del Cuervo, será recordado como un día verdaderamente grande, tan grande como pueda serlo la semana santa, la traída o el corpus para otras mentalidades, porque será el día en que una nueva generación de jóvenes, crecida al amparo de la tolerancia y el respeto, proclamará de un modo público y festivo que todas las orientaciones sexuales son igualmente legítimas, que solo los intolerantes están fuera de lugar y que nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a poner puertas al amor.

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