viernes, 22 de marzo de 2013

ACABAR CON LOS ACTUALES AGENTES ECONÓMICOS: EMPRESARIOS, OBREROS Y FUNCIONARIOS



Hay un tópico entre las gentes de izquierda según el cuál la figura del empresario representa a un codicioso explotador sediento de beneficio, una miserable sanguijuela que exprime sin piedad a los obreros bajo su cargo, mientras que el asalariado es una  pobre víctima repleta de dignidad a la que aquél priva de sus derechos legítimos, y de una gran parte de la riqueza que  produce con incalculable sudor.
 El tópico contrario es sostenido por la derecha, para quien el empresario, al que eufemísticamente llama emprendedor,  es poco menos que un héroe social que arriesga su dinero y compromete su tranquilidad a fin de generar riqueza y puestos de trabajo. A su lado el trabajador es un ser temeroso y comodón que no para de reclamar derechos y más derechos, que escatima el esfuerzo si no está bajo vigilancia y cuyo único objetivo es vivir seguro a sus expensas.
Pues bien, ambos tópicos contienen por desgracia gran parte de verdad, sobre todo en sus aspectos negativos, entre otras cosas porque se trata de roles complementarios: no hay empresarios sin asalariados y viceversa, ambas  figuras son secretamente cómplices. El empresario codicioso y el trabajador acomodaticio son dos caras, igualmente patéticas y despreciables, de la misma moneda. Mi propuesta sería prohibir ambas por ley, aunque me llevara por delante el día del trabajo –lástima siendo mi cumpleaños– y el día de san Botín, instituyendo un solo tipo de agente económico, el de autónomo, si se trata de una sola persona, y el de socio cooperativo si son varias. 
De ese modo quien quiera emprender una actividad económica no podrá beneficiarse del esfuerzo de un tercero, al que cosifica excluyendo de la gestión de su actividad y de los beneficios que ésta procura en el mercado; y quien quiere tener un empleo digno tendrá que asumir el riesgo financiero que comporta, las cargas de gestionarlo y la pericia de hacerlo viable, renunciando al confort del sueldecillo seguro a fin de mes y de la calma chica cuando llega a  casa. Fin de la codicia y la ambición, fin de la pereza y el miedo.
Esta es mi particular versión de cómo acabar con la lucha de clases sin derramamiento de sangre: vincular trabajo y capital, esfuerzo y riesgo, producción y gestión en la misma clase, en la misma persona y en el mismo agente. El objetivo de la patronal y de los sindicatos según este punto de vista no debiera ser otro que estudiar el modo de disolverse y desaparecer, abolir la condición de patrón y obrero en vez de fortalecerlas mutuamente.
Por último quiero denostar la tercera figura de nuestro conglomerado jurídico laboral, el funcionario, al que aseguraría una base salarial mínima que garantice la independencia de su función, pero cuya estabilidad  y satisfacción salarial condicionaría al cumplimiento de objetivos asignados y a la evaluación permanente de la ciudadanía. Un servidor público no puede estar blindado de por vida al control de los ciudadanos a los que sirve. Y lo digo yo que soy funcionario.
Basta pues de vivir a costa del Estado, del trabajador o de la empresa. Una nueva economía exige una red de trabajadores públicos y productores autónomos, nutridos por una gran banca social, que cooperan entre sí desde la igualdad, capaces de invertir con eficiencia los ahorros de las familias y de asumir honradamente el esfuerzo y riesgo que conlleva.    

1 comentario:

  1. Menos mal,cría que solo yo pensaba de esta manera.
    Os apoyo con el corazón ya que en persona no puedo
    Vivo en Canarias y estas ideas no florecen aquí,
    el ciudadano está muy limitado por los que tienen
    el control.El paro real aquí es de un 40% no el oficial de un 28%.Un saludo y adelante.

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