En muchas conversaciones nos referimos de forma confusa pero cierta a una lógica poderosa y oculta que subyace a todos los fenómenos de la vida social, y a la que llamamos EL SISTEMA. Intentaré, aun a riesgo de simplificar, dar contenido a esta borrosa expresión.
Se trata de una constelación formada por cuatro círculos concéntricos. En el círculo interior vive la clase marginal (20% de la población): inmigrantes, indigentes, parados de larga duración, prostitutas, ancianos, enfermos crónicos, reclusos, gitanos, etc. Al carecer de recursos sobreviven del mercado clandestino (sexo, robo, drogas, animales exóticos...), de la caridad pública y de puntuales ayudas del gobierno. Situados al margen del Estado de derecho, en un entorno social selvático, que parasita del resto de círculos –al que algunos acceden en tiempos de bonanza– y sobre el que generan una dosis constante de inseguridad.
El siguiente círculo, que envuelve al anterior, lo integra el colectivo más numeroso, la clase baja (55% de la población): trabajadores precarios, mileuristas, obreros de escasa cualificación, mujeres desempleadas, parados de corta o media duración y trabajadores públicos del más bajo nivel. Realizan los trabajos peor valorados socialmente, disponen de escaso salario y alto nivel de precariedad.
El tercer círculo, la clase media (20 % de la población), está formado por funcionarios de medio y alto nivel, autónomos, pequeños empresarios, ejecutivos y políticos. Ejercen tareas de control, creación y organización. Gestionan el sistema. Gozan de trabajo estable y de un nivel de vida próspero.
Finalmente, el círculo superior, la clase alta (5% de la población) lo conforman altos ejecutivos, accionistas mayoriarios, deportistas de elite, gerentes de empresa, gestores de fondos de inversión, banqueros y socios de multinacionales. Disfrutan de un consumo exclusivo, controlan los recursos estratégicos y están fuera de la jurisdicción del Estado, al que apenas contribuyen. Su existencia es parasitaria, como los del primer círculo, cuyas redes mafiosas, en algunos casos, dirigen en la sombra.
El SISTEMA funciona en base a las siguientes normas no escritas:
1. El círculo superior, la clase alta, acepta limitar parte de su beneficio a cambio de un entorno económico seguro y estable para sus inversiones, es decir, de que se cumpla la condición por parte del resto de clases de no poner en cuestión su desigual poder y prosperidad, sustentados en el control de los principales medios productivos, financieros y mediáticos.
2. El segundo y tercer círculo renuncian a la revolución, es decir, a la igualdad, a cambio de unos mínimos de seguridad en el empleo, educación y sanidad gratuita, y una pensión de jubilación. Es decir, a la existencia del Estado de bienestar. Intercambian desigualdad por seguridad.
3. Tras renunciar a la democracia económica, que exigiría la abolición de los círculos, el ideal de justicia social se canjea por el de felicidad individual cifrado en el tener, es decir, por la aspiración de cada uno de los miembros de la sociedad a mejorar de forma ilimitada su nivel de consumo personal y el de su familia. Con completa indiferencia hacia el resto de Estados y hacia el entorno medioambiental.
4. Se interioriza la consigna de que cada cual está en el círculo que merece, siendo las motivaciones básicas de los miembros de cada círculo ascender al círculo superior y evitar descender al inferior. Los porcentajes de población asignados a cada clase social varían en función del ciclo económico, produciéndose importantes trasvases en tiempos de crisis. La administración de un sentimiento de insatisfacción generalizada, que induce a consumir de forma compulsiva bienes y servicios, es el medio de control social más utilizado y explica la dependencia psicológica de todos los círculos hacia el SISTEMA.
5. Los miembros del mismo círculo mantienen entre sí relaciones de competencia y rivalidad. La relación con los círculos superior e inferior es de envidia–admiración y desprecio–temor respectivamente. A la jerarquía de círculos corresponde una jerarquía de estatus y de poderes adquisitivos. El verdadero enemigo es el igual y el inferior, nunca el superior. Se invierte así la lucha de clases.
6. Se combate con métodos represivos antes que con políticas sociales la inseguridad producida por el primer círculo sobre el segundo y tercero. El miedo en todas sus formas -a la violencia, al paro, a la indigencia, a la prisión, a la exclusión, al descenso en la escala social- es necesario para dar cohesión al SISTEMA. El cuarto círculo se mantendrá en espacios altamente protegidos, fuera de las ciudades y vigilado por seguridad privada.
7. La democracia se entenderá como un pacto que no pretende suprimir la desigualdad entre clases sino gestionarla para que no genere conflicto. La alternancia bipartidista preserva el SISTEMA, neutralizando el poder del pueblo que supondría su disolución. El sufragio –que da poder al mayor número– limita a la derecha, que defiende los intereses de la clase media y alta; y el crecimiento del desempleo por falta de capital –que encarna el poder de la minoría–, limita a la izquierda, que representa a la clase media y baja. Se evitará a toda costa que los ciudadanos participen o deliberen directamente en las cuestiones que afectan al funcionamiento del SISTEMA.
8. Los políticos no son los representantes del pueblo sino los guardianes del SISTEMA. Tienen que hacer transacciones entre el primer, segundo y tercer círculo respecto al cuarto, que no está sometido a su control y a cuyos miembros secretamente admiran. Los ricos están fuera del alcance de la democracia.
9. Lo peculiar del momento actual es que el cuarto círculo, la clase alta, se ha desligado del territorio y de ese modo de las restricciones a sus beneficios que le imponían los otros tres círculos; convirtiéndose en una pura máquina de especulación virtual, un solo círculo global que constituye un Poder sin sociedad, un SISTEMA MUNDO. La movilidad del capital, hecha posible por las nuevas tecnologías y la conversión del mundo en un mercado único, es la base de este nuevo poder.
10. El resto de círculos permanecen ligados al territorio. La oligarquía económica goza por ello de tal preeminencia que ya no tiene motivos para limitar su avidez de beneficios. El equilibrio de poderes que dio origen al Estado de bienestar se rompe en favor del círculo superior. Los Estados-sistema comienzan a descomponerse en una multitud de Estados débiles, explotados y dominados por sutiles mecanismos financieros, principalmente la deuda soberana. Se diluye la clase media y se integra a toda la población en una sola clase baja. La tiranía global ha comenzado.
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